Ella era el verso más bonita de Gran Vía, la boca más hermosa de Malasaña, los ojos más tímidos de los cines de Callao. Las piernas más largas de la Plaza Mayor, la cintura más bonita del metro. El rayo de sol más brillante de una tarde de domingo de Retiro, la que podía domar los leones de Cibeles, la quinta torre de Madrid. El palacio más real de todos. Madrid es ella. La más loca de toda Chueca, los labios más rojos del Calderón, el paseo más largo a través de toda Castellana, el culo más bonito del Retiro, el corazón más salvaje del Bernabeu, el musical más visitado de Gran vía, el teatro con menos aforo de la capital, la mejor obra de arte del Prado. Ella es la única estrella que brilla en Madrid, ella es Madrid. La chica de tirso y la Lady Madrid de Pereza. La que es capaz de enderezar las Torres Kio, el cubo más helado de cerveza de La Sureña de Gran Vía, la niña que ríe como nadie en Cortilandia, la palabra más bonita del barrio de Las Letras, la única movida que existió en Madrid.